Skull the Slayer
POR ARMANDO BOIX
Autor: Varios
Números: 8
Edita: Marvel, Nueva York, 1975 - 1976
Llegada la década de los 70, Marvel Comics Group ya se había consolidado como una de las grandes editoriales norteamericanas de narrativa ilustrada y conseguido canales de distribución suficientes para poder proporcionar a los puntos de venta cuantos títulos decidiera publicar, lejos ya las férreas limitaciones que su competidora (pero también distribuidora) DC le fijara en los inicios de la nueva marca. Su plantel de personajes, sin embargo, continuaba en gran medida restringido a las creaciones que Stan Lee proporcionara a La Casa de las Ideas una década atrás, convertidos ya en iconos de la cultura popular. Llegaba ya la hora de abrir puertas a nuevos talentos, de explorar diferentes caminos, que no necesariamente debían pasar por el esquema superheroico. Tras tentativas que se revelaron exitosas como fue “The Tomb of Dracula”, de Marv Wolfman, o “Conan the Barbarian”, de Roy Thomas, Marvel se dejó llevar por el entusiasmo e invadió las estanterías con una avalancha de nuevas cabeceras, que en su mayor parte tuvieron muy corta existencia. Es el caso de títulos de superhéroes como “Iron Fist”, “The Champions”, “Bloodstone” “Omega” o “Black Goliath” o mitos del pulp rescatados como “Doc Savage”, “Tarzan” o “John Carter”. En un punto intermedio entre ambas tendencias se encontraría “Skull the Slayer”, cuyo protagonista tiene reminiscencias superheroicas –posee un cinturón alienígena que le concede superfuerza–; pero, más que combatir supervillanos, corre aventuras fantásticas en un escenario exótico, con un espíritu capaz de recordarnos al de las novelas de Edgar Rice Burroughs.
La colección se puso a la venta en agosto de 1975, con una cadencia bimestral, durante el periodo en el que Len Wein sustituyó a Roy Thomas como editor jefe de Marvel. Ese primer número estuvo escrito por Marv Wolfman e ilustrado por Steve Gan, pareja artística que sólo confeccionaría tres entregas, para ser reemplazados por Steve Englehart, como guionista del número cuatro, y Bill Mantlo escribiendo el resto de la colección. El dibujante sustituto de Gan fue el siempre eficaz Sal Buscema, uno de los artistas más productivos y fiables de la editorial, que consiguió los mejores resultados gráficos en los números donde estuvo entintado por Sonny Trinidad, quien enriqueció a los lápices del pequeño de los Buscema con un barroquisco y detalle de los que carecían en origen.
Del mismo modo que, en aquella época, Kirby se inspiró en las teorías de Erich von Daniken para la creación de “The Eternals”, Wolfman sin duda encontró su motivo argumental en otro éxito editorial del momento: “The Bermudas Triangle” de Charles Berlitz, libro publicado en 1974 que, exponiendo el misterio en torno a las desapariciones de barcos y aviones en esa zona del Caribe, había conseguido vencer millones de ejemplares. Porque ése es el arranque de la saga: una avión de transporte Hercules resulta atrapado por una extraña turbulencia sobre el Triángulo, para ir a estrellarse, no contra el mar, sino en una peligrosa jungla alejada en el espacio y el tiempo, donde contra toda lógica conviven monstruos prehistóricos con diversas civilizaciones de la antigüedad. La tripulación perece en el impacto; no obstante, sí logran sobrevivir algunos pasajeros que conforman un variopinto y mal avenido grupo: Jim Scully, alias Skull, veterano de la guerra de Vietnam conducido a juicio bajo la acusación de haber asesinado a su hermano; el doctor Corey, un científico de color resentido con la sociedad y con un carácter bastante agrio; Ann Reynols, bella secretaria que no acaba de encontrar su lugar en el mundo; y Jeff, un adolescente rebelde y fugado, hijo de un senador. Aunque no parecen soportarse muy bien unos a otros, la necesidad de sobrevivir les mantendrá unidos, en su recorrido plagado de huidas desesperadas, bestias ansiosas por devorarles y nativos con la lanza siempre lista.
Aunque este argumento puede retrotraernos a la aventura fantástica clásica del estilo de “La tierra olvidada por el tiempo”, resulta interesante los toques de modernidad que los guionistas confieren a la serie, tratando, a través de la figura de su personaje principal, el tema de la inútil intervención norteamericana en Vietnam y la inadaptación de los veteranos una vez vueltos a casa. Y en la construcción de la personalidad de Jim Scully también se rompe con los moldes tradicionales hasta ese momento, pues es un hombre muy alejado de los idealistas bienintencionados habituales en los cómics, escéptico, herido por sus experiencias, individualista hasta el punto de tener comportamientos tan poco ejemplares como abandonar a sus compañeros a su suerte para salvar la propia vida. Jim Scully “Skull” es un superviviente, entrenado por el ejercito para matar, sin otro objetivo que ver otro amanecer.
Desgraciadamente, la serie no obtuvo la suficiente respuesta por parte de unos lectores saturados de novedades, lastrada entre otras cosas por una periodicidad muy poco favorecedora, y se canceló de forma abrupta tras el número 8, dejando su trama sin concluir. Como hiciera la editorial en otros casos similares, Marvel brindó la oportunidad de cerrar de un modo un poco más digno la historia, y concedió a los protagonistas de “Skull the Slayer” espacio en la serie “Marvel Two-in-One”, donde La Cosa compartía aventuras con otros personajes. Así, en los números 35 y 36 de esta colección, publicados en 1978, tendremos un oportuno final a las peripecias de este grupo de perdedores, con el mismo Marv Wolfman, creador del personaje, escribiendo el guión y el magnífico artista filipino Ernie Chan en el dibujo.